martes, 14 de octubre de 2008

NOTA DE LECTURA DEL ARTICULO DE M.CAPARROS EN LA REVISTA VIVA.Por Matías Stocchetti

Es evidente que el autor escribió la nota de la revista en base a lo que ya tenia escrito para su libro “El interior”.
Al hacer esto Caparros esta conciente de que el lector de “Viva” tal vez no sea el mismo que después leerá su libro. Es por eso que realiza determinadas operaciones para adecuar el capitulo de su libro a otro tipo de lectura. Entre estas operaciones podemos distinguir la desaparición casi total de los párrafos dedicados a la contextualizacion histórica ( Como cuando describe el episodio de “Cabeza de vaca”).
A pesar de la construcción de una lectura más amena Caparros deja espacio para la reflexión y para dejar trascender sus ideas sobre ciertos temas. De esta forma, va “atrapando” al lector, lo va conduciendo a través del articulo, contándole un cuento. Hasta que sobre el final da “su golpe de gracia”. La introducción de la denuncia social, despojada y fría, pero sin “bajada de línea”. El autor hace visible, dándole voz, la realidad de un hombre abandonado por su mujer con cuatro hijos y uno de ellos dicapacitado. Lo mas duro viene cuando el lector se entera de que la ex mujer del hombre hace el abandono de hogar luego de vender al hijo recién nacido de la pareja, sin siquiera permitir que el padre lo viese. A través de este caso el lector va enterándose del drama social de la venta de niños en Misiones- en este caso-.
Este párrafo fue trascripto del capitulo del libro sin modificaciones.



Es evidente que el autor escribió la nota de la revista en base a lo que ya tenia escrito para su libro “El interior”.
Al hacer esto Caparros esta conciente de que el lector de “Viva” tal vez no sea el mismo que después leerá su libro. Es por eso que realiza determinadas operaciones para adecuar el capitulo de su libro a otro tipo de lectura. Entre estas operaciones podemos distinguir la desaparición casi total de los párrafos dedicados a la contextualizacion histórica ( Como cuando describe el episodio de “Cabeza de vaca”).
A pesar de la construcción de una lectura más amena Caparros deja espacio para la reflexión y para dejar trascender sus ideas sobre ciertos temas. De esta forma, va “atrapando” al lector, lo va conduciendo a través del articulo, contándole un cuento. Hasta que sobre el final da “su golpe de gracia”. La introducción de la denuncia social, despojada y fría, pero sin “bajada de línea”. El autor hace visible, dándole voz, la realidad de un hombre abandonado por su mujer con cuatro hijos y uno de ellos dicapacitado. Lo mas duro viene cuando el lector se entera de que la ex mujer del hombre hace el abandono de hogar luego de vender al hijo recién nacido de la pareja, sin siquiera permitir que el padre lo viese. A través de este caso el lector va enterándose del drama social de la venta de niños en Misiones- en este caso-.
Este párrafo fue trascripto del capitulo del libro sin modificaciones.

UN DIA DE JUNIO. Por Matias Stocchetti

“Caminé por las calles desiertas, o casi desiertas, de una zona de chalets. Algunos habitantes, a pesar de la hora matinal, ya estaban levantados; me miraban pasar desde los garajes. Parecían preguntarse qué estaba haciendo yo allí. Si me hubieran abordado, me habría costado mucho contestarles. En efecto, nada justificaba mi presencia allí. Ni en ninguna parte, a decir verdad”.


Era un día de junio, la verdad tenía mucho frío y hambre. Lo que primero necesitaba era encontrar refugio y comer algo caliente. En esos momentos seguía con mucho miedo y dudaba entre quedarme quieto y salir corriendo, entre gritar con todas mis fuerzas o quedarme callado.
Los pensamientos se sucedían dentro de mi cabeza a una velocidad increíble. Estaba desesperado, sin saber que rumbo tomar. En ese momento la delgada línea que separa la razón de la locura se afinaba cada vez más.
Seguí caminando uno o dos horas, no me acuerdo bien, hasta que encontré el hall de un edificio donde protegerme, más o menos dignamente, del frío.
Al haber caminado sin rumbo tanto tiempo, había perdido la orientación y no podía saber en qué lugar de la ciudad me encontraba.
Por suerte, los habitantes del edificio me dieron una mano, dándome comida y el portero me dio un poco de ropa. Así estuve en ese hall un día, pero estaba muy atemorizado, sabía que tenía que moverme porque una sospecha, un patrullero que pasara por ahí, un mínimo gesto, podían significar el fin de todo.
Entonces, seguí caminando, “Un blanco móvil es siempre más difícil que uno fijo”, pensaba. Cuando la vuelta a la nada era solo cuestión de tiempo, un cartel apareció como se les aparecen los oasis a los vagabundos del desierto en los cuentos. “ Carlos A. López” decía el letrero del nombre de la calle.

“Listo, zafé. Estoy en Villa Urquiza”. “Voy para lo de la tía Mimí”. Pensé.
Mimí en realidad no era mi tía, era una amiga de toda la vida de mi vieja pero era como si lo fuese. Cuando llegué a la calle Aizpurua, la incertidumbre me gobernaba por completo, pero sabía que el haber aparecido en ese barrio de Buenos Aires era sin duda un guiño de la suerte.
Toque el 2251 y esperé. Una voz de mujer anciana me contestó detrás de la mirilla. “¿Quién es? Me dijo”. Tía Mimí soy yo, Pedro. “No puede ser, Pedro está muerto señor” “Váyase por favor”. Luego de una larga conversación, donde di detalles que sólo yo conocía, logré convencerla y me hizo entrar.
En ese momento la zozobra que me gobernaba dejo paso a una cierta calma. Me sentía tranquilo y a salvo, sin embargo las dudas devoraban mi conciencia. No sabía que debía hacer primero, pensaba, pensaba y pensaba.
Luego de hablar con ella durante un par de días y conciente del riesgo que debía tomar y hablé por teléfono a casa. Mi madre tampoco entendía nada, y hacerle comprender la situación requirió varias llamadas, explicaciones y confesiones.
Finalmente, le pedí que por favor viniera a casa de Mimi, sola, porque necesitaba verla.
Estaba muy nervioso, pensaba exactamente que era lo que tenía que hacer y ya no estaba seguro de nada. Mi cabeza trabajaba a mucha velocidad y las dudas volvían a mí, y cada vez más me sentía arrastrado a un destino de locura.

Llegó el día del encuentro con mi madre y cuando ella apareció con Romina, cantidad de pensamientos comenzaron a clarificarse dentro de mi mente. Una inmensa alegría me recorrió el cuerpo, porque tuve la certeza de que ella aún me amaba, pero a la vez el terror de que pudiera pasarle algo me paralizaba.

Le insistí a Romi para que se vaya pero no hubo caso. “Ni loca, me decía, dos años te llore y ahora voy a seguirte donde sea, aunque fuera tres metros bajo tierra”
Profundamente conmovido mandé a mamá a hablar con Juancho ”Llévale mi documento y que vaya a la embajada de México a ver que pueden hacer, en un tiempo yo te llamo, vieja”.
De ahí en más estuvimos 2 meses escondidos en varios lugares, en lo de la abuela de Romi en Córdoba, el Chato nos aguantó un tiempo en El Bolsón y terminamos por un conocido en un pueblito de La Pampa.
El 17 de agosto de 1978 ya estábamos instalados en nuestro departamento del D.F.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Para los que vieron "La llamada"


Un sueño:
Una de estas noches tuve un sueño. Era de noche y yo me iba del quincho de mi casa, cuando quise apagar el televisor apresuradamente ya que uno de los hombres con antecedentes penales que viven cerca de mi casa se encontraba en el jardín hablando por un celular. Acto seguido, intente apagar el televisor con el control remoto, sin embargo, sucedió algo parecido a la película de terror “la llamada”: el televisor se prendió solo. Luego intente apagarlo desde el botón propio del televisor y sucedió lo mismo( se volvió a encender solo).
Finalmente, apresurado porque no quería que me agarrara el ladrón, desenchufé el televisor de la pared, el cual se encendió por tercera vez. Ya asustado dejé el quincho y fui corriendo a mi habitación.
Este fue un sueño de Edi

Una metafora de mis viajes a la facu


2 horas y algo más

Benditas 2 horas. A veces sentado, otras veces parado, soportando el lloriqueo de los chicos o las quejas de los viejos o al loco de al lado con los auriculares; que primero me pregunto:
¿Que música estará escuchando que se mueve así? ¿heavy metal, punk, rock?, Segundo ¿se cree que esta en el recital que canta y salta?... Eh viejo, este es un espacio publico, se me ocurre gritarle. Aunque, más que bronca es cómico y me da risa porque todos lo miran como si estuviera loco.
Igualmente, lejos de prestarle más atención me distraigo al ver a una señora y su niño, el que debe ser su hijo o nieto, yo que se, esquivar un vomito más grande que mi perro pequines y al no ver donde sentarse se quedan parados y mirando a ver si alguien se apiada de ellos y les da un mísero asiento aunque este roto no importa porque acá, la clave es ir sentado. Mirando a todos lados y viendo que nadie se mosquea, y claro, si estamos en Argentina donde te ganan o vos le ganas a los demás. En fin, al ver que el niño no tendrá más de 4 años y que se mueve como si hubiera adentro un tornado ante cada frenada brusca del chofer, que parece que estuviera en una carrera de formula 1, me levanto y le sedo el asiento, total llevo más de una hora y mis piernas parecen un tronco de árbol y encima me queda una hora más.
La mujer me mira o la dama va para ser más educado me mira y me dice: gracias se lo agradezco eh. Como si lo que hubiera hecho yo fuese de otro planeta, fuese antiterrestre, inhumano es la palabra que lo describe más. La señora se sienta y como puede alza a su hijo o nieto entre sus piernas ya viejitas y cansadas y el desgraciado de al lado al que tuve que saltar para pararme y cederle el asiento sigue durmiendo como un desgraciado sin vergüenza. Al menos podría entornar los ojos para ver la situación a su derecha.
Ya parado y por lo menos estirado las piernas comienzo a ver a mi alrededor negocios y más negocios que ofrecen cosas lindas y caras, otras no tanto, cosas que ni mamado me compraría y cosas que no merecen ni la pena nombrar.
También me pierdo en la mugre de los vidrios y pienso. Viejo ¿ quien es el que limpia este cacharro?. Las ventanas se abren con dificultad, el pasamanos es intocable o tocable y hasta por ahí nomás. Pero al mirar a todos y sufrir las frenadas una tras otra brusca pienso: parecemos vacas encerradas que nos llevan al frigorífico o al matadero porque el cacharro se mueve como no se que y la gente va tan seria como si fuera a punto de morir.
En fin, mis ojos se pierden una vez más, pero esta vez, en números tales como 164, 110, 99, 15 y vienen acompañados de palabras: Plaza Pavón, Plaza Italia, Semirapido Uriburu, etc.
Son cacharros que llevan gente en igual de condiciones que nosotros. De repente, dejo de mirar por la ventana y mi vista se frena en el lugar de donde ha salido el inconfundible ruido de monedas cayendo. Pero como olvidar el timbre, fiel amigo de la mano del brazo del cuerpo de la cabeza de la mente del hombre que desea bajarse y decirle adiós a su viaje en colectivo.
Edi

Itinerario de un heroe egoista

3 grandes de Muzzarella

Rolo miró como aburrido las sillas y mesas que se contemplaban a lo largo del gran salón y recordó con un gesto cansador la rutina diaria. Acababa de abrir la pizzería “estilo Nacho” y se disponía a hacer lo que hacía todos los días que no iba a la Universidad del Salvador, a estudiar Administración de Empresas: trabajar en la pizzería de su padre Ignacio. Como era habitual comenzó a bajar una por una las sillas de arriba de las mesas procurando que no se le cayera el pesado bolso de entre los brazos. Es que Rulo, si no salía en moto a repartir pizzas, estaba en el caluroso horno de la cocina amasando o atendía los pedidos por teléfono, se dedicaba a leer los apuntes de la facultad para ganar tiempo.
Ya pasado un rato, se podían oír los fuertes ruidos en los grandes hornos de la cocina con los chefs yendo y viniendo, con variedades de pizzas en sus brazos. Los pibes del delivery ya se habían retirado y sólo quedaban dos: uno era Cacho, que despejaba sus problemas mirando un pésimo partido de la B Nacional por el televisor que pendía de la pared y Manu, a desgano, barría el piso del salón que poca mugre tenía. Ya resignado, Rulo se dispuso a leer un par de apuntes convencido de que sería otro día de rutina.
“Las empresas con equipos de procesamiento electrónico de datos acceden a....” Rolo leía una y otra vez sus apuntes de Administración, mientras intentaba sin éxito comprender lo que querían decir. No obstante, el ruido molesto del teléfono comenzó y claro; el reloj daba las 12:15 del mediodía y, como era de esperarse los clientes estaban ansiosos por probar la suave maza “estilo Nacho”.
Sin más, Rolo levantó el aparato y lo colocó en su oído al mismo tiempo que tomaba lápiz y papel para anotar:
-Pizzería estilo Nacho buenos días.
-Sí, quisiera pedir tres grandes de Muzzarella, - contestó una voz apagada.
- Su dirección, por favor- respondió Rolo.
Las siguientes palabras que escuchó hicieron que su corazón se paralizara y que se congelaran sus dedos, imposibilitándole escribir una sola palabra más.
Rolo colgó en seco. Con la cara pálida y en sudor extremo alcanzó a los gritos a pedirle 3 grandes de Muzzarella a Pedro, el jefe de chefs, y sin más tomó su moto y se dirigió a la Avda. Pueyrredón al 1000.
Ya, a dos cuadras del lugar, la Avenida estaba completamente cerrada y a simple vista se contaban 15 patrulleros de policías. Los oficiales estaban fuera de los vehículos con sus armas apuntando al suscitado lugar sin desviar sus ojos, siquiera por una mosca.
-Buenos días, dijo el oficial Carlos Beldrami ¿usted es el pibe del delivery no?
-Sí -dijo Rolo todavía sin poder creer lo que vislumbraban sus ojos.
-Acompáñeme- musitó el oficial mientras dirigía a Rolo hasta el Banco Francés ubicado en la esquina de Pueyrredón al 1000.
De repente, el horror se presentó ante las pupilas de Rolo. Más de 20 personas con rostros aterrorizados tenían sus caras apoyadas y pegadas frente a las tres grandes ventanas del banco.
-Tiene que entrar ahí y entregar las tres pizzas a alguno de los tres secuestradores. Le vamos a dar un chaleco antibalas- explicó Beldrami.
Rolo miró fijo al oficial, a medida que recordaba las películas de robos a bancos y tomas de rehenes que había visto. Por un instante pensó en negarse sabiendo que su vida corría peligro. Sin embargo, cuando vislumbró el rostro de su novia entre los vidrios, decidido, le dijo:
-Estoy dispuesto a hacerlo. Deme el chaleco- dijo en tono furioso.
- Mire que nosotros introduciremos un micrófono y cámara en las cajas así lo podremos ver y rescatarlos a todos, inclusive a usted- indicó Carlos.
-Espere; ¿por qué una cámara?
-Los delincuentes han destrozado todas las cámaras de seguridad, por lo tanto no podemos ver nada. Ahora, no me haga perder más tiempo y vaya.- ordenó Beldrami, para estas alturas ya agotado.

Una vez adentro Rolo dio una vista rápida al banco, el cual estaba en penumbras y era un desorden. Desperdigados por todos lados había papeles, teléfonos, vidrios rotos. A otro costado, varios empleados quebrados en llanto, gritos y nervios, se protegían acurrucados y agolpados, mientras el resto estaba de cara al vidrio y allí se encontraba justamente Andrea, su novia.
-Deme las pizzas,- ordenó un sujeto con una máscara
De repente, el secuestrador visualizó un destello de metal en la caja de una pizza y furioso hizo arrodillar a Rolo y sostener con el brazo en alto las cajas de pizza cuya muzzarela caliente comenzaba a derretirse. El secuestrador una vez revisado las cajas, meneó la cabeza, se dirigió unos pasos adelante, miró a Rolo y dijo:
- Es la tercera vez que aviso que no traigan cámaras y no me hacen caso.
Terminado de decir esto, cargó su rifle, dio media vuelta y voló de un solo tiro las cajas de pizzas de la mano de Rolo con muzzarela incluída llevándose el dedo índice de Rolo quien dio alaridos de dolor, mientras Andrea lo miraba horrorizada.
Este corto tiempo, había ayudado a los policías, quienes luego de haber visto las imágenes de la cámara estaban por las tuberías debajo del banco y comenzaban a rescatar a los rehenes. Sin embargo, en su enojo uno de los captores en cumplimiento de su promesa, tomó dos rehenes apuntándoles con el rifle para matarlos. En ese instante, Rolo reaccionó y pese al dolor levantó un bolso repleto de dinero y lo arrojó hacia una de las ventanas haciendo estallar la misma pero también, haciendo que los otros dos captores comenzaran a disparar acabando con la vida de los rehenes, mientras que Rolo, espantado, se escapaba por la ventana rota a paso apresurado hacia un hospital, sin importarle el resto de la gente y lo que dirían las noticias al día siguiente y olvidándose de su novia.
Edi