miércoles, 1 de octubre de 2008

Itinerario de un heroe egoista

3 grandes de Muzzarella

Rolo miró como aburrido las sillas y mesas que se contemplaban a lo largo del gran salón y recordó con un gesto cansador la rutina diaria. Acababa de abrir la pizzería “estilo Nacho” y se disponía a hacer lo que hacía todos los días que no iba a la Universidad del Salvador, a estudiar Administración de Empresas: trabajar en la pizzería de su padre Ignacio. Como era habitual comenzó a bajar una por una las sillas de arriba de las mesas procurando que no se le cayera el pesado bolso de entre los brazos. Es que Rulo, si no salía en moto a repartir pizzas, estaba en el caluroso horno de la cocina amasando o atendía los pedidos por teléfono, se dedicaba a leer los apuntes de la facultad para ganar tiempo.
Ya pasado un rato, se podían oír los fuertes ruidos en los grandes hornos de la cocina con los chefs yendo y viniendo, con variedades de pizzas en sus brazos. Los pibes del delivery ya se habían retirado y sólo quedaban dos: uno era Cacho, que despejaba sus problemas mirando un pésimo partido de la B Nacional por el televisor que pendía de la pared y Manu, a desgano, barría el piso del salón que poca mugre tenía. Ya resignado, Rulo se dispuso a leer un par de apuntes convencido de que sería otro día de rutina.
“Las empresas con equipos de procesamiento electrónico de datos acceden a....” Rolo leía una y otra vez sus apuntes de Administración, mientras intentaba sin éxito comprender lo que querían decir. No obstante, el ruido molesto del teléfono comenzó y claro; el reloj daba las 12:15 del mediodía y, como era de esperarse los clientes estaban ansiosos por probar la suave maza “estilo Nacho”.
Sin más, Rolo levantó el aparato y lo colocó en su oído al mismo tiempo que tomaba lápiz y papel para anotar:
-Pizzería estilo Nacho buenos días.
-Sí, quisiera pedir tres grandes de Muzzarella, - contestó una voz apagada.
- Su dirección, por favor- respondió Rolo.
Las siguientes palabras que escuchó hicieron que su corazón se paralizara y que se congelaran sus dedos, imposibilitándole escribir una sola palabra más.
Rolo colgó en seco. Con la cara pálida y en sudor extremo alcanzó a los gritos a pedirle 3 grandes de Muzzarella a Pedro, el jefe de chefs, y sin más tomó su moto y se dirigió a la Avda. Pueyrredón al 1000.
Ya, a dos cuadras del lugar, la Avenida estaba completamente cerrada y a simple vista se contaban 15 patrulleros de policías. Los oficiales estaban fuera de los vehículos con sus armas apuntando al suscitado lugar sin desviar sus ojos, siquiera por una mosca.
-Buenos días, dijo el oficial Carlos Beldrami ¿usted es el pibe del delivery no?
-Sí -dijo Rolo todavía sin poder creer lo que vislumbraban sus ojos.
-Acompáñeme- musitó el oficial mientras dirigía a Rolo hasta el Banco Francés ubicado en la esquina de Pueyrredón al 1000.
De repente, el horror se presentó ante las pupilas de Rolo. Más de 20 personas con rostros aterrorizados tenían sus caras apoyadas y pegadas frente a las tres grandes ventanas del banco.
-Tiene que entrar ahí y entregar las tres pizzas a alguno de los tres secuestradores. Le vamos a dar un chaleco antibalas- explicó Beldrami.
Rolo miró fijo al oficial, a medida que recordaba las películas de robos a bancos y tomas de rehenes que había visto. Por un instante pensó en negarse sabiendo que su vida corría peligro. Sin embargo, cuando vislumbró el rostro de su novia entre los vidrios, decidido, le dijo:
-Estoy dispuesto a hacerlo. Deme el chaleco- dijo en tono furioso.
- Mire que nosotros introduciremos un micrófono y cámara en las cajas así lo podremos ver y rescatarlos a todos, inclusive a usted- indicó Carlos.
-Espere; ¿por qué una cámara?
-Los delincuentes han destrozado todas las cámaras de seguridad, por lo tanto no podemos ver nada. Ahora, no me haga perder más tiempo y vaya.- ordenó Beldrami, para estas alturas ya agotado.

Una vez adentro Rolo dio una vista rápida al banco, el cual estaba en penumbras y era un desorden. Desperdigados por todos lados había papeles, teléfonos, vidrios rotos. A otro costado, varios empleados quebrados en llanto, gritos y nervios, se protegían acurrucados y agolpados, mientras el resto estaba de cara al vidrio y allí se encontraba justamente Andrea, su novia.
-Deme las pizzas,- ordenó un sujeto con una máscara
De repente, el secuestrador visualizó un destello de metal en la caja de una pizza y furioso hizo arrodillar a Rolo y sostener con el brazo en alto las cajas de pizza cuya muzzarela caliente comenzaba a derretirse. El secuestrador una vez revisado las cajas, meneó la cabeza, se dirigió unos pasos adelante, miró a Rolo y dijo:
- Es la tercera vez que aviso que no traigan cámaras y no me hacen caso.
Terminado de decir esto, cargó su rifle, dio media vuelta y voló de un solo tiro las cajas de pizzas de la mano de Rolo con muzzarela incluída llevándose el dedo índice de Rolo quien dio alaridos de dolor, mientras Andrea lo miraba horrorizada.
Este corto tiempo, había ayudado a los policías, quienes luego de haber visto las imágenes de la cámara estaban por las tuberías debajo del banco y comenzaban a rescatar a los rehenes. Sin embargo, en su enojo uno de los captores en cumplimiento de su promesa, tomó dos rehenes apuntándoles con el rifle para matarlos. En ese instante, Rolo reaccionó y pese al dolor levantó un bolso repleto de dinero y lo arrojó hacia una de las ventanas haciendo estallar la misma pero también, haciendo que los otros dos captores comenzaran a disparar acabando con la vida de los rehenes, mientras que Rolo, espantado, se escapaba por la ventana rota a paso apresurado hacia un hospital, sin importarle el resto de la gente y lo que dirían las noticias al día siguiente y olvidándose de su novia.
Edi

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